St. Barthelemy

Si la semana pasada hablaba de Islandia, hoy me voy a detener en otra isla; Saint Barthelemy. Vuelve a llamar mi atención una sección de la revista de el país semanal, en este caso no es un reportaje sino una imagen, la de los habitantes de esta isla aganchándose cuando aterrizan los aviones.

Cuando uno se aproxima a Tenerife en avión después de horas después de estar horas sobrevolando tierra y océano, se da cuenta de lo pequeño que es esto. Se ve todo tan minúsculo desde allí arriba, cómo es que pueden vivir un millón de almas ahí abajo? A medida que comienza el descenso tienes la sensación de que no hay espacio sufiente entre el mar y la pista, la ciudad de santa cruz y la de laguna a vista de pájaro son una.

Al poner el pie en tierra el hombre vuelve a ser la medida de todas las cosas, y las magnitudes celestiales ceden paso a las mundanas. La cúpula de los Rodeos te vuelve a parecer enorme y el trayecto hasta tu casa demasiado largo para emprenderlo andando, a pesar de tener todavía grabado en la retina esa pequeñez en donde vives.

Pues siempre hay algo más pequeño, y para terminar vuelvo a esa estampa del aeropuerto de St. Barthelemy: La isla dónde la gente se agacha para que aterricen los aviones cargados de turistas... Lo digo en sentido literal, no en el metafórico. Aunque este último podría ser útil para describir a nuestra clase dirigente respecto de la dependencia del monocultivo turístico. Tengo la mala costumbre de llevar todo al campo de la política, que cruz.